Después del perreo, Rosalía abraza su ‘LUX’
La artista española no solo ha creado un álbum magnífico en el que se muestra más auténtica que nunca, sino uno con el que podría llegar a demostrar que en el mainstream no hay imposibles.
Todo comenzó cuando, hace unos diez días, Rosalía presentó “Berghain” (con la Sinfónica de Londres como acompañante). Orquestal, imponente y, quizás el detalle que ha pasado menos advertido, de muy corta duración. Así como los éxitos mainstream de ahora. Como si ‘Rosi’ – forma en que la llaman sus fans – pensara: si la tendencia dice que un tema debe tener alrededor de tres minutos… entonces voy a hacer una que se sienta como si tuviera mil.
La elección de Björk como una de las acompañantes – el otro es el eléctico artista estadounidense Yves Tumor –, si bien, no parece premeditada, tiene una carga simbólica enorme. Porque aquella cantante islandesa que ha explorado con electrónica, pop, trip hop y que llegó a grabar un disco con voces reemplazando a los instrumentos acompañantes (Medúlla), que sería difícil de pensar como una artista mainstream de los años noventa, también es recordada por éxitos como “Army Of Me” o “Big Time Sensuality” (destacada dentro del Billboard Hot 100). Mejor dicho, que Rosalía la invite a participar de una canción viral podría ser solo uno de los tantos detalles poéticos que acompañan a este disco.
Sin embargo, LUX no es un intento por dignificar la música popular o el reggaetón, como algunos irresponsables con alma de escritores finos ya están sugiriendo por ahí, sino que es el disco de una mujer que siempre ha priorizado ser ella misma. LUX es Rosalía en su estado más puro. Entendiendo para ser ella misma tiene que desafiarse constantemente. También, quizás de forma intencional, reuniendo canciones rupturistas que sería fácil pensar de nicho si las hiciera cualquier otro artista. El asunto aquí es que, por fortuna, las ha hecho Rosalía.
Si bien en redes sociales se ha viralizado una versión techno de “Berghain” que ya se coloca en clubes alrededor del mundo, la gran apuesta electrónica de la artista en este disco se llama “Reliquia”. En la que Rosalía recuesta sus cuerdas vocales en una cama de violines, mientras se desnuda con frases como “mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy” (porque sí, LUX es muchas cosas y parece que entre ellas también es un disco de despecho), justo antes de que el tema empiece a incorporar arreglos electrónicos y beats que explotarán segundos más tarde. Entre los compositores que acompaña el tema aparece Guy-Manuel de Homem-Christo, la mitad de los Daft Punk.
Más adelante, todavía reposando en cama de violines, Rosalía combinará español, latín y japonés en “Porcelana”, mientras también incorporará el sonido orquestal previamente mencionado, más elementos de electrónica y un fraseo que parece estar inspirado por canciones de Kanye West (la parte en que repite incansablemente la palabra “scared”), artista que, como sus fanáticos saben, ella ama bastante. A lo largo del disco interpretará 13 idiomas en total.
A las pocas canciones de LUX, el cuarto álbum de Rosalía, resulta fácil concluir que vale ser más introspectivos que pretensiosos a la hora de analizarlo, que más bien este será un disco del que se hablará por días, meses y quizás hasta años; que será un álbum, como ya han dicho en algunos reels, que se estudiará en universidades de todo el mundo.
En este álbum que recibió la bendición de la propia Madonna, la indiscutida reina del pop, quien lo compartió en redes, aun cuando se dice que desde su estatus de realeza ella no comparte a nadie; también abraza el flamenco que Rosalía ha cultivado desde sus inicios. En “De Madrugá”, lo hace como si estuviera enfatizando, no solo que se pueden hacer canciones cortas que sean mucho más propositivas, sino que cuando una idea está bien desarrollada, dos minutos pueden ser demasiados.
El punto álgido de este homenaje a sus raíces llega en “La Rumba Del Perdón”, donde deja claro que todavía tiene “a Camarón [De La Isla] en la guantera”, ahora acompañada por la cantaora de flamenco Estrella Morente y la cantautora española Silvia Pérez Cruz, quien, al igual que Rosalía, tiene la versatilidad entre sus principales virtudes.
Mientras el oyente se sumerge en LUX surgen algunas preguntas: por qué Rosalía elige unas palabras y no otras o por qué, en medio de la licencia artística, Rosalía combina lo divino con lo banal. Puede ser que Rosalía haya entendido que ambas van de la mano o que abrazar marcas reconocidas sea un recurso fundamental para darle peso a frases como: “Mi luz, la prenderé, con el Rolls-Royce, que quemaré” (“Sauvignon Blanc”).
Y es que, precisamente, LUX es un disco que invita a que los fanáticos de Rosalía se hagan preguntas, a que los artistas se hagan preguntas, a que toda la industria musical se haga preguntas. ¿Pretensiosa? Tal vez. Pero como otrora Motomami y como mujer amante tanto del flamenco, de la electrónica, del rap o la música clásica, que ha tenido que abrirse camino a puñetazos sonoros, tiene todo el derecho de serlo. Es más, a los fanáticos les entristecería que no fuera de esta manera.
